· Efímero ·
A veces no sabes que tienes un sueño hasta que se rompe. Vas
por el mundo como si todo estuviera bien y de repente te lo encuentras de
frente. Lo miras a los ojos y él te mira, o quizá no. Puede que solo seas un
obstáculo en su camino, puede que quisiera mirar a cualquier otra persona de la
marea humana que se extiende a tu alrededor y vuestras miradas solo hayan
coincidido.
Aun así, algo cambia en ese momento.
Todo se queda en silencio, el tiempo se ralentiza y es la
fracción de segundo más larga que llegarás a vivir nunca. Lo sigues mirando, no
puedes apartar la vista. Está ahí frente a ti, tan cerca y a la vez tan lejos. Coges
aire involuntariamente porque por un momento se te ha olvidado cómo respirar y
el mundo vuelve a cobrar vida a tu alrededor devolviéndote al presente.
Es lo que tienen los sueños, que parecen reales y cercanos,
pero cuando intentas alcanzarlos no puedes llegar a ellos y se evaporan en el aire
como un mal chiste.
Tratas de respirar. Todo se vuelve agobiante y apenas puedes
soportar la opresión que sientes en el pecho. Es como si el ambiente ejerciera
una fuerza invisible sobre ti que te hace querer huir.
Pero no te vas.
Tampoco avanzas, porque no puedes. Tan solo te quedas ahí,
observando en la distancia aquello que nunca habías imaginado llegar a desear
tanto sabiendo que jamás será tuyo.
Y pese a todo eso, sonríes.
Sonríes porque algo
que nunca creías posible se vuelve real y es mágico. Tan brillante
como las
estrellas y tan hermoso que hace que parezca inconcebible la idea de que este
feo mundo albergue algo tan bello y puro.
Sin aliento y con la presión del pecho cada vez más
insoportable, vuelves a sonreír. Es una sonrisa que quiere mostrar toda la
felicidad que albergas en ese momento, pero no puede porque está en una lucha
constante con tus lágrimas, que se mantienen al borde de tus ojos porque no
quieren caer y emborronar el que será el mejor recuerdo de tu vida.
Parpadeas y cuando te quieres dar cuenta todo ha terminado.
Miras hacia todos lados, pero no logras encontrarlo. Se ha ido. Ha puesto tu
vida patas arriba y ni siquiera se queda para contemplar los estragos que ha
causado.
Sales a la calle con tu maltrecho corazón en un puño tratando
de proteger lo que queda de él y respiras profundamente el aire fresco de la
noche. Miras hacia el cielo y esta vez sí que dejas escapar ese mar de lágrimas
que te está ahogando por dentro.
Solo puedes mirar a la luna, fiel confidente de tantos
secretos, y dar las gracias por estar vivo y haber podido estar presente en
aquel momento tan maravilloso.
Porque si los momentos únicos e irrepetibles durasen siempre
no tendrían ningún valor. La belleza está en lo efímero y es lo único que nadie
es capaz de poseer.
With love,
Ignis.
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